tuliette
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Santa Rita, santa Rita
A mi madre le pica la mano. Tiene la creencia que cuando eso ocurre un dinero está al caer, al igual que si se cae un tenedor al suelo, o una cuchara, alguna visita a casa ha de presentarse. Si se te pierde algo o no lo encuentras, después de rogar vehementemente varias veces a santa Rita o santa Lucía, ya no sé, puedes estar seguro que lo encontrarás. Los santos velan por nosotros y los ángeles, digo yo, se han ido una temporada de vacaciones porque no los veo por ningún lado.
A mi casero se le ha ido la flapa. Después de escenificar en casa su antigua pertenencia a los Boixos Nois, con lanzallamas casero incluído, nos hemos visto obligadas a abandonar el domicilio sigilosamente y en un descuido de nuestro torturador mi compañera de cuarto y yo, de madrugada y yo con un ataque de nervios. Cinco patrullas de Mossos han llegado y una denuncia a las cuatro de la mañana en comisaría.
El verano está siendo caluroso de verdad. Sé que necesito a veces tratamiento sicológico de urgencia pero no recuerdo el puñetero número de teléfono del manicomio. De modo que hago un ejercicio puntual de autoestima y me digo que hay torturas morales leves y perecederas, como las mías y otras eternas que deseo fervientemente que padezcan para mi recocijo mis torturadores.
En alguna parte he oído afirmar que soy inteligente, lo que me turba profundamente y bajo los ojos entre humilde e incrédula porque yo no veo por ningún lado ningún resultado probado en mi vida de tal afirmación. Tan acostumbrada estoy al ninguneo que se me hace difícil creerlo pero es verdad que me aferro a esa idea para salir de los embrollos mentales y morales que me causan los demás. Mi padre que no quiere soltar prenda, los ruegos de mi casero para que retire la denuncia, el ordenador empeñado que no voy a poder recuperar, la paga que me han quitao por la jeró … yo también,me digo, que sé fabricar lanzallamas caseros.
A estas alturas de la película, quiero pensar que nadie que haya participado en el caso social de mí misma y de mis padres, dependientes y cada vez más viejos y pellejos, y haya visto por sus propios ojos todo lo que ocurre deje de darme la razón en lo que ya en un primer momento tuve la osadía de revelar. El final de la película lo escribiremos juntos porque yo me veo incapaz de hacerlo sola. Los ángeles se han ido de vacaciones y yo sólo espero a que llegue septiembre para iniciar o reiniciar un ciclo nuevo que me lleve lejos. En la espera, estaré vigilando por si a mi madre le vuelve a picar la mano…
Han pasado más de diez años desde que escribí eso, como casi todo lo que publico por aquí. Mi madre ha fallecido mientras tanto... me gusta publicar cosillas donde aparece.
"cherchez la femme"
Por fín ya he pillado en qué consiste la perfidia. Obedece siempre a oscuros motivos, la codicia entre otros. Lo triste es descubrir que convives con ella y que no puedes zafarte de ella por canales normales. Supongo que en estos casos has de usar la sicología, y no demostrar en ningún momento que estás al loro, que para ti la máscara ha caído, que ya no te engaña.Mi padre ha decidido atacar de frente, sin revelar evidentemente sus pérfidas razones.
"Cherchez la femme" que se lee en las mejores novelas policíacas y después de darle vueltas a miles de cosas por fin lo he descubierto. Hay una mujer y maneja ciertos hilos.
Si no existiera, mi padre se acomodaría a la situación, a regañadientes, pero se acomodaría. Pero existe, desde hace años, lo sabemos todos y alguna ignorante de la vida cercana a mí la ha tratado de señora. ¡Risa me da! Me las huelo a distancia yo las señoras, suelen buscar a tontos de pueblo, frustrados de la vida, manejables calzonazos, para sacarles las últimas perras de su pensión o los últimos cuartos de la familia.
A mi no se me da bien callarme las verdades. Las suelto cuando la olla ha explotado y me sorprendo a mí misma recomponiendo el puzzle que tantos dolores de cabeza me ha ocasionado en un instante, sublime por otra parte, en el que reparto las hostias que no me había atrevido a repartir hasta entonces. Todos callan, asombrados, abriendo los ojos desorbitadamente y algunos con una ruín sonrisita en los labios.
Los más nobles asienten, meneando la cabeza de arriba abajo, comprenden que hay verdad en las palabras y para mi satisfacción se apropian de ella, los más cabrones se lanzarían a tu cuello para que callaras y los que no saben lo que les dices te miran como si estuvieras loca. Llega luego el tiempo de la reflexión. Los más inteligentes y humildes cambian de actitud, les has abierto los ojos, los orgullosos no, éstos te han declarado la guerra. Pues bien, estoy en guerra con alguno de ellos y nadie, que yo sepa, me ha enseñado estrategias militares ni la vida misma.
¡Pobre de mí! Por mucho que piense cómo ganó batallas Napoleón, tal vez diseñándolas primero en su cabeza, no me veo siguiendo ningún plan preestablecido. Me lanzan al ruedo de los gladiadores y tengo que responder como buenamente pueda con el arma que me ha tocado disponer. A cara descubierta. Golpe contra golpe. A muerte, claro está. Debería caer un rayo y por voluntad divina acabar fulminantemente con el más rastrero de los combatientes pero tengo la impresión de que los verdugos se pasean libremente por esos mundos de dios sin que nada ni nadie los incordie ni amenace mientras que los que padecen escarnio y martirio inmerecidamente muerden el polvo de la arena y no se levantan.
Si defendiera mi propio hogar buscaría a la mujer, algo le diría, pero no hablamos de sentimientos sino de pérfidos y codiciosos motivos. En el fondo deseo que se las apañen como puedan o que se pudran todos.
las playas de Tahití
No las he visto nunca, sólo en cine, con Burt Lancaster, Marlon Brando o Gary Cooper desembarcando en ellas, enamorándose de una bella nativa y holgazaneando debajo de las palmeras. Y yo quiero vivir también así. No sé cómo me lo montaré ni cuánto tardaré pero es mi propósito que de ahora en adelante mis mejillas vuelvan a ser rosadas y el brillo de mis ojos nunca se apague.
Vuelvo a mi bohemia recalcitrante a sabiendas que no será fácil ni paradisíaca pero es un buen preámbulo para sentirme libre y una perfecta excusa para tonificar músculos, perder kilos y volver a soñar. Dormiré en otro sofá, al menos de momento, comeré una vez al día en un comedor social, hablaremos los que vayamos allí de lo chunga que está la vida o mejor dicho no hará falta ni hablar porque nos miraremos a los ojos y nos comprenderemos. Pero algo bonito surgirá, la modestia y la humildad, el corazón se nos hará así de grande y puede que con un par de litros de vino barato nos dé por reírnos de lo que teníamos antes, seguridad pero frustración en el alma. Acabaré pareciéndome a Larry, el personaje de El filo de la navaja, que se perdió al final por ahí de tan bueno y espiritual que se volvió.
Odio lo que huele a gris, el cielo gris, las ciudades grises y la gente grisácea.
Odio lo que huele a gris, los ritmos ajenos y las arritmias ajenas también.
Quiero un corazón sano, sólo necesito llorar un buen momento sobre el hombro de un amigo y volver a cargar, a luchar quería decir, con ilusión por la vida y por llegar un día a las playas de Tahití...
M de moro
Hace dos años que salgo con un moro aunque él se sulfura si le llaman moro porque aunque sea «moro» no es de Marruecos sino de Argelia. Se lo digo siempre que es una manera de hablar que tienen los españoles. No dicen árabes como en Francia sino moros, que es lo mismo aunque no sea, claro está, lo mismo.
Hablamos en francés que para eso es de Argelia, antigua colonia francesa donde el francés sigue estando muy arraigado. Suelen, los argelinos, ir y venir a Francia, pasan por España pero, contrariamente a los marroquíes, no se quedan mucho tiempo. ¿Será porque aquí nadie habla francés?
Suele decirme que es un hijo de la guerra, esa guerra de independencia que casi le cuesta la vida a su madre que corría por las calles de Argel balanceando su retoño, atado con paños a la espalda, esquivando balas francesas o argelinas. Hizo la mili en el desierto, en un fuerte en la frontera con Marruecos y un buen día se fue a Francia, por consejo de su madre que le auguraba un negro porvenir en el país, para reencontrarse con sus hermanos mayores o vagabundear por las calles de París. Su francés se volvió parisino y poco más le sacó al asunto.
Tras recorrer algunos países europeos recaló en Barcelona, para mi desgracia porque desgracia es que tras luchar media vida contra los tíos rancios o energúmenos con los que me he encontrado haya dado con un moro … aunque no sea moro.
Sus ideas machistas, que como buen moro las tiene, me desquiciaban al principio. Ahora ya lo controlo. Quiero decir que ya puede decir misa, que controlo mis emociones porque más de una vez me han entrado ganas de arrastrarlo a una comisaría, por acoso aunque no por derribo. Si, al final, hago lo mismo que mi madre, que por aquí me entra y por ahí me sale pero he estado dos años en terapia intensa, sin comprenderme a mí misma, sin comprender nada.
Y así es como lo llevo con el «moro» como frecuentemente me pregunta mi amigo Damián, al que casi he tenido que ver a escondidas.
Mientras tanto, he tenido tiempo de oír cosas monstruosas, que las mujeres sólo somos mamíferos y no seres humanos aunque forniques con ellas, que si no son madres son medio mujeres … fomentando la paranoia hacia los moros. Por muy occidentalizados que puedan estar, seguirán siendo moros de aquí a que acabe el mundo.
La M? de moro. Y lo lamento de veras.
despacio, forastero
No quiero parecerme a esa raza de pistoleros que al menor mosqueo saltaban como si les hubiese mordido una serpiente y desenfundaban el revólver resolviendo a su manera la situación. Bueno, está bien, estrellé en el suelo una vinagrera de cristal con toda la furia del mundo y mi padre, acojonado, llamó a los Mossos d’Esquadra. Papeleta resuelta para unos y alucine total para otros.
La pareja de mi casero se ha empecinado en que repartamos la limpieza de toda la casa, a lo que me niego en redondo. ¡Qué se busque la vida! Claro que llegué allí con cara de inocente o tonta, depende de cómo se mire, y debió pensar que era manejable a más no poder. Después de cuatro meses no ha sacado nada en claro y yo me destornillo de risa por los rincones.
Pero cuidado, el enemigo está en casa y más vale evitarlo. Se acabaron las complicidades, la confianza siempre dará asco.
Mi madre tiene la voz de estar casi en las últimas. La trabajadora social que viene a casa ¿a qué viene si todo lo hago yo? me tiene hasta las narices de contarme toda su vida, la suya y la de sus hijos y nietos, allá en Colombia, puede que en la región cafetera, que ya no sé ni quiero saberlo. Mi padre y mi señora madre, cuando está al caer, se acicalan, me obligan a despejar el comedor, ponen su mejor sonrisa. Parece que estén en una recepción de embajadores y quieran dar la mejor impresión. Mi padre contando sus andanzas en París mientras mi sobrina y yo, acarameladas al ordenador, parpadeamos incrédulas y conteniendo la risa ¡Ya sabemos que subiste a Greta Garbo una vez en tu taxi, lo has contado millones de veces!
Me voy a la cocina a preparar la comida del día siguiente, lo que sea, rápido si son ensaladas de verano y despacito si es algún estofado de carne con patatas. La colombiana ya ha acostado a mi madre y habla de traer una grúa a casa porque es menuda y pronto le van a entrar hernias varias como a mi padre y a mí. Pero ella cobra, la cabrona, ella cobra.
Este verano será asqueroso, lo sé. Yo pataleando para que se abran las ventanas y los yayos cubriéndose con mantas. Hago entrevistas de trabajo donde todo parece ir de maravilla y al cabo de dos días recibo la negativa más absoluta. Algo hago mal y aunque creo saber qué es, ya no le doy la importancia que antes le daba. Me he apuntado a un cursillo para hacer nóminas que es un calvario porque bailo entre porcentajes de IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social que envilecen mi intelecto pero agradezco esas cuatro horas por la tarde de aire acondicionado.
Ninguna compra en rebajas a la vista. Mis pobres pies deformados por los juanetes no admiten cualquier zapato ni tan siquiera zapatilla. Me acomodo con bailarinas de un número más grande y realmente parezco bailar cuando estoy a punto de perderlas por la calle.
He conseguido, en cambio, tener uñas largas y fuertes y las pastillas contra la artrosis que me recetó el traumatólogo se mueren de risa en la estantería de tanto miedo como le tengo a los efectos secundarios. Hablan ahora de células madres que podrían regenerar los cartílagos de las rodillas, a ver si me pilla el asunto dentro de unos años.
Pese a todas mis miserias podría decir que estoy tranquila, que no busco follones, que ya veremos lo que hacemos más adelante y en ese clima de relativa paz, te aconsejo, a ti forastero, que vayas muy despacito…