@microrrelatos
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Era una noche oscura y tranquila. Las calles estaban desiertas y el silencio envolvía el vecindario. Sofía, una mujer solitaria y amante de la lectura, disfrutaba de su tiempo a solas en su pequeño apartamento.
Mientras leía un libro, un escalofrío recorrió su espalda. Sintió como si alguien la estuviera observando desde la oscuridad. Levantó la vista y miró por la ventana, pero no vio nada fuera de lo común. Sacudiendo la sensación de paranoia, volvió a sumergirse en su novela.
Sin embargo, el silencio opresivo de la noche comenzó a pesar sobre ella. Los minutos se estiraban, y el reloj de la pared marcaba las horas sin piedad. No se escuchaba ni un solo sonido, ni siquiera el zumbido lejano de los coches.
Decidida a romper el inquietante silencio, Sofía se levantó y salió al pasillo. Mientras caminaba hacia la puerta principal, un extraño presentimiento la embargó. Un escalofrío recorrió su cuerpo una vez más. Deseó no haber salido de su apartamento.
Al abrir la puerta, su corazón se detuvo. El pasillo estaba completamente oscuro, sin luces ni vida. El silencio era abrumador. De repente, una figura sombría emergió de las sombras. Era un hombre alto y enigmático que la miraba fijamente.
Sofía retrocedió horrorizada, pero sus piernas se negaron a moverse. El hombre se acercó lentamente, con una sonrisa macabra en su rostro. No había tiempo para gritar ni escapar.
El silencio de la noche había sido roto por algo mucho más siniestro. Y Sofía se convirtió en una víctima de esa oscuridad implacable. Nunca más se supo de ella, y su misteriosa desaparición se convirtió en parte de la leyenda de aquel vecindario embrujado por el silencio de la noche.
El corazón de Laura latía con fuerza mientras miraba su teléfono móvil. Había recibido un mensaje de su amiga María, pero parecía ser el último que recibiría de ella. El mensaje decía: "Ven rápido, hay alguien en mi casa".
Laura se levantó de su cama y se vistió rápidamente. Condujo lo más rápido que pudo hasta la casa de María, que estaba a unos pocos kilómetros de distancia. Al llegar, la puerta estaba abierta, así que entró sin pensarlo dos veces.
La casa estaba en silencio, todo estaba oscuro. Laura llamó a María varias veces, pero no hubo respuesta. De repente, escuchó un ruido en el piso de arriba. Con el corazón en la garganta, subió las escaleras lentamente, tratando de no hacer ruido.
Al llegar al piso de arriba, encontró la habitación de María. La puerta estaba cerrada, pero se podía escuchar un ruido dentro. Con la mano temblorosa, Laura abrió la puerta y encendió la luz.
Lo que vio la dejó paralizada. María estaba tendida en el suelo, con un cuchillo clavado en su pecho. Al lado de ella, había un teléfono móvil que mostraba el último mensaje enviado a Laura.
Laura intentó llamar a la policía, pero no podía moverse ni hablar. Solo podía pensar en el último mensaje de su amiga y en cómo ella no llegó a tiempo para salvarla. Desde ese día, Laura nunca volvió a ser la misma. Siempre se preguntaba si podría haber hecho algo para cambiar el resultado final.
Era una promesa que había hecho hace años y nunca había olvidado. Era algo que había jurado mantener sin importar qué, pero ahora se encontraba en una encrucijada.
Miró fijamente el papel que tenía en la mano. Era una oferta de trabajo que siempre había soñado, pero si la aceptaba, tendría que romper su promesa.
Cerró los ojos y respiró profundamente. No sabía qué hacer. Si tomaba la oferta, estaría traicionando a la persona que más le importaba en el mundo. Pero si no lo hacía, tendría que renunciar a su sueño.
Finalmente, decidió aceptar la oferta. Sabía que estaba rompiendo su promesa, pero sentía que no tenía otra opción. Se prometió a sí mismo que intentaría compensarlo de alguna manera.
Pero no importaba cuánto intentara justificar su decisión, seguía sintiéndose como si hubiera traicionado a alguien. Y así, cada vez que pensaba en esa promesa rota, sentía un nudo en el estómago y una sensación de culpa que nunca desaparecería.
Ella lo besó apasionadamente y luego salió de la habitación sin decir una palabra. Él se quedó allí, en la cama, sintiéndose vacío y confundido. No entendía lo que acababa de pasar. ¿Acababa de recibir su último beso?
Horas después, recibió una llamada. Ella había sufrido un accidente de coche y estaba en coma. Corrió al hospital y se quedó a su lado, esperando. Los días pasaron y su condición no mejoraba.
Se quedó allí, sosteniendo su mano, y lloró mientras se despidió de ella. Recordaría ese último beso por siempre.
Finalmente, los médicos le dijeron que no había nada más que pudieran hacer por ella. Se acercó a su cama, tomó su mano y se inclinó para darle un último beso. Y así, en ese momento, supo que el beso que ella le había dado antes del accidente había sido su último adiós.
Se quedó allí, sosteniendo su mano, y lloró mientras se despidió de ella. Recordaría ese último beso por siempre.
El profesor García era un hombre enigmático y reservado que enseñaba literatura en una pequeña universidad en las afueras de la ciudad. Aunque sus estudiantes lo admiraban por su vasto conocimiento y su pasión por los clásicos, nadie sabía mucho sobre su vida personal.Un día, uno de los alumnos más curiosos decidió seguir al profesor después de clases para averiguar a dónde iba. Para su sorpresa, lo vio entrar en un edificio abandonado en el centro de la ciudad. Intrigado, decidió seguirlo hasta el interior del edificio.Lo que encontró allí fue desconcertante. El profesor García estaba sentado frente a una mesa, rodeado de libros antiguos y extraños artefactos. Parecía estar realizando algún tipo de ritual oscuro. El estudiante se quedó petrificado, sin saber qué hacer.De repente, el profesor se dio cuenta de su presencia y lo miró fijamente. "No deberías estar aquí", dijo con una voz fría y amenazante. El estudiante huyó del lugar, sintiendo el corazón latiendo con fuerza.Después de ese día, el profesor García nunca volvió a ser el mismo en clase. Parecía aún más distante y reservado, como si estuviera ocultando un gran secreto. El estudiante nunca volvió a hablar de lo que había visto, pero siempre se preguntó qué tipo de misterios oscuros escondía el profesor detrás de sus libros y su fachada académica.