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El viento en las velas.

Lucía siempre había soñado con dar la vuelta al mundo en velero. Desde pequeña, le fascinaban los libros de aventuras y los relatos de navegantes que exploraban el océano. Su padre le había enseñado a navegar en el lago de su pueblo y le había regalado un pequeño velero cuando cumplió 18 años. Lucía pasaba horas en el agua, disfrutando del viento, el sol y las olas. Pero su sueño era más grande: quería conocer otros países, otras culturas, otras formas de vida. Quería sentir la libertad de surcar el mar sin límites.Lucía trabajaba como profesora de inglés en un instituto. Le gustaba su trabajo, pero sentía que le faltaba algo. Un día, leyó en una revista un artículo sobre una pareja que había dado la vuelta al mundo en velero. Se sintió inspirada por su historia y decidió que era el momento de cumplir su sueño. Habló con su jefe y le pidió una excedencia de un año. Vendió su coche y algunas cosas que no necesitaba y compró un velero de segunda mano, más grande y equipado que el suyo. Lo llamó "Viento en las velas". Se despidió de su familia y sus amigos y se preparó para zarpar.Lucía salió del puerto de Barcelona una mañana de abril. Llevaba consigo lo imprescindible: ropa, comida, agua, mapas, brújula, GPS, radio, libros y una cámara de fotos. También llevaba un diario donde escribiría sus experiencias y un teléfono móvil para comunicarse con sus seres queridos. Su plan era seguir la ruta del Atlántico: cruzar el estrecho de Gibraltar, bordear la costa africana, atravesar el océano hasta el Caribe, subir por la costa americana hasta Nueva York, cruzar el canal de Panamá, bajar por la costa pacífica hasta Chile, rodear el cabo de Hornos, subir por la costa atlántica hasta Brasil, cruzar el Atlántico de nuevo hasta Sudáfrica, bordear el continente africano hasta el canal de Suez, entrar en el mar Mediterráneo y volver a Barcelona. Calculaba que le llevaría unos 10 meses.Lucía no quería hacer el viaje sola. Sabía que navegar en solitario era muy duro y peligroso. Además, quería compartir su sueño con alguien especial. Por eso, había puesto un anuncio en internet buscando un compañero o compañera de viaje. Recibió muchas respuestas, pero solo una le llamó la atención. Era de un chico llamado Pablo, que tenía 25 años y era periodista. Le escribió que le encantaba viajar y que estaba buscando una aventura diferente. Le dijo que tenía experiencia en navegación y que podía colaborar con los gastos del viaje. Le mandó una foto donde se le veía sonriente y con una gorra marinera. Lucía le contestó y quedaron en verse en Málaga, donde él vivía.Lucía llegó a Málaga después de dos días de navegación. Atracó su velero en el puerto y se dirigió al bar donde había quedado con Pablo. Lo reconoció enseguida por la foto. Era alto, moreno y tenía unos ojos verdes muy expresivos. Lucía se acercó a él y se presentó.- Hola, soy Lucía - dijo.- Hola, soy Pablo - dijo él.Se dieron dos besos y se sentaron a tomar algo.- Me alegro mucho de conocerte - dijo Pablo - He seguido tu viaje por internet y me parece increíble lo que estás haciendo.- Gracias - dijo Lucía - La verdad es que estoy muy ilusionada.- ¿Y no tienes miedo de navegar por el mundo? - preguntó Pablo.- Bueno, un poco sí - admitió Lucía - Pero también tengo mucha curiosidad y ganas de aprender. Creo que vale la pena arriesgarse por un sueño.- Estoy de acuerdo - dijo Pablo - Yo también tengo un sueño: escribir un libro sobre este viaje.- ¿En serio? - se sorprendió Lucía.- Sí - afirmó Pablo - Soy periodista, pero me gustaría ser escritor. Quiero contar la historia de este viaje, las personas que conozcamos, los lugares que visitemos, las emociones que sintamos...- Me parece una idea genial - dijo Lucía - ¿Y qué te parece si yo te ayudo con el libro?- ¿Cómo? - preguntó Pablo.- Pues... yo podría hacer las fotos, por ejemplo. Y también podríamos escribir el diario juntos. Así tendríamos dos puntos de vista diferentes.- Me encanta - dijo Pablo - Eres la compañera de viaje perfecta.Se miraron a los ojos y sonrieron. Lucía sintió una conexión especial con Pablo. Era como si se conocieran de toda la vida. Se levantaron y se dirigieron al velero. Lucía le enseñó el interior y le dio la bienvenida.- Este es tu nuevo hogar - le dijo.- Gracias - dijo Pablo - Estoy muy feliz de estar aquí.Se abrazaron y se prepararon para zarpar. El viento soplaba a su favor.Lucía y Pablo navegaron juntos por el Atlántico. Se turnaban para manejar el velero, cocinar, limpiar y vigilar. También tenían tiempo para leer, escribir, hacer fotos y charlar. Se llevaban muy bien y se divertían mucho. Cada día era una sorpresa. A veces veían delfines, ballenas o tortugas marinas. Otras veces se encontraban con otros navegantes y compartían experiencias. También sufrían algunas tormentas, averías o contratiempos, pero los superaban con ingenio y optimismo. Lo más importante era que se apoyaban el uno al otro y se hacían compañía.Después de un mes de navegación, llegaron al Caribe. Era un paraíso de aguas turquesas, arenas blancas y palmeras verdes. Lucía y Pablo decidieron hacer una pausa en su viaje y disfrutar de las islas. Fondearon su velero en diferentes bahías y exploraron los alrededores. Nadaron con peces de colores, hicieron snorkel en los arrecifes de coral, visitaron pueblos pintorescos y probaron la comida local. También conocieron a gente muy amable y alegre que les invitó a sus fiestas y les enseñó a bailar salsa y reggae. Lucía y Pablo se enamoraron del Caribe y también el uno del otro. Una noche, bajo las estrellas, se besaron por primera vez.Lucía y Pablo dejaron el Caribe con nostalgia pero también con ganas de seguir su viaje. Navegaron hacia el norte, siguiendo la costa americana. Su próximo destino era Nueva York, la ciudad que nunca duerme. Llegaron al puerto de Manhattan después de dos semanas de navegación. Se quedaron impresionados por el contraste entre el mar y los rascacielos. Dejaron su velero en un muelle y salieron a explorar la ciudad. Visitaron los lugares más emblemáticos: la Estatua de la Libertad, el Empire State Building, el Central Park, el Times Square... También disfrutaron de la cultura: fueron al Museo Metropolitano, al Broadway, al Madison Square Garden... Y se deleitaron con la gastronomía: probaron las hamburguesas, las pizzas, los bagels, los cupcakes... Lucía y Pablo se sintieron como en una película.Lucía y Pablo continuaron su viaje por el canal de Panamá. Era una obra de ingeniería impresionante que les permitió pasar delAtlántico al Pacífico. Navegaron por el Pacífico, el océano más grande y profundo del mundo. Fue la etapa más larga y solitaria de su viaje. Pasaron semanas sin ver tierra ni a nadie. Solo tenían el mar, el cielo y ellos mismos. A veces se aburrían o se agobiaban, pero también aprovechaban para reflexionar y meditar. Se conocieron mejor el uno al otro y se confiaron sus secretos, sus miedos y sus sueños. Se dieron cuenta de que se querían de verdad y que querían estar juntos para siempre. Se prometieron amor eterno y se hicieron un tatuaje con el nombre del velero.Lucía y Pablo completaron su vuelta al mundo en velero. Después de recorrer el Pacífico, llegaron a Chile, donde visitaron la Patagonia y el desierto de Atacama. Luego rodearon el cabo de Hornos, el punto más austral del planeta, y subieron por el Atlántico hasta Brasil, donde disfrutaron del carnaval de Río de Janeiro. Cruzaron el Atlántico de nuevo hasta Sudáfrica, donde hicieron un safari por el parque Kruger. Bordearon el continente africano hasta el canal de Suez, donde entraron en el mar Mediterráneo. Finalmente, volvieron a Barcelona, donde los esperaban sus familias y amigos. Fue un día muy emotivo. Lucía y Pablo habían cumplido su sueño de dar la vuelta al mundo en velero. Habían vivido una aventura increíble que nunca olvidarían. Habían conocido lugares maravillosos, personas entrañables y culturas fascinantes. Habían aprendido mucho sobre el mundo y sobre ellos mismos. Y lo más importante: se habían encontrado el uno al otro.

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Segunda oportunidad

Capítulo 1.
Laura miró el papel que tenía entre sus manos con incredulidad. Era la sentencia de divorcio, firmada por ella y por su exmarido, Carlos. Después de quince años de matrimonio y dos hijos en común, su relación había llegado a su fin.No podía decir que no lo esperara. Las cosas habían ido mal desde hacía tiempo. Discusiones constantes, reproches mutuos, falta de comunicación, desinterés sexual... Laura sabía que Carlos ya no la quería como antes, que se había cansado de ella y que buscaba algo más.Pero aún así le dolía. Le dolía haber fracasado en su proyecto de vida, le dolía haber perdido al hombre del que se había enamorado, le dolía tener que empezar de cero a sus cuarenta años.Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y respiró hondo. No podía permitirse derrumbarse ahora. Tenía que ser fuerte por sus hijos, por ella misma. Tenía que seguir adelante.Se levantó del sofá y fue a la cocina a prepararse un café. Mientras esperaba a que saliera el líquido negro y humeante, pensó en lo que haría a partir de ahora.Lo primero era buscar un trabajo. Había dejado su carrera como economista cuando nació su primer hijo, para dedicarse por completo a su familia. Carlos ganaba lo suficiente como para mantenerlos a todos con holgura. Pero ahora las cosas habían cambiado.Carlos le había ofrecido una pensión compensatoria durante un año y una pensión alimenticia para los niños hasta que cumplieran la mayoría de edad o terminaran sus estudios. Era un acuerdo justo, pero Laura no quería depender económicamente de él ni sentirse una mantenida.Quería recuperar su independencia, su autoestima, su identidad como mujer profesional y capaz. Quería demostrarle a Carlos y al mundo que podía valerse por sí misma.Pero no iba a ser fácil encontrar un empleo después de tanto tiempo fuera del mercado laboral. Además, tenía cuarenta años y dos hijos a su cargo. No era precisamente el perfil más demandado por las empresas.Pero Laura no se iba a rendir sin luchar. Tenía una buena formación académica, experiencia previa en el sector financiero y muchas ganas de trabajar.Recordó entonces algo que le había dicho una amiga hace unos meses: "¿Por qué no te haces trader? Es una forma rápida y fácil de ganar dinero desde casa".Laura no sabía mucho sobre el trading online ni sobre los mercados financieros globales. Pero le pareció una idea interesante e investigó un poco sobre el tema en internet.Descubrió que se trataba de comprar y vender activos financieros (acciones, divisas, materias primas...) aprovechando las fluctuaciones del mercado para obtener beneficios.También descubrió que era una actividad muy arriesgada e impredecible, donde se podían perder grandes cantidadesde dinero si no se sabía lo que se hacía o si se dejaba llevar por las emociones.Pero Laura estaba dispuesta a asumir ese riesgo si eso significaba tener una oportunidad de cambiar su vida para mejor.Así pues, decidió inscribirse en un curso online de trading para principiantes que encontró en una página web. El curso prometía enseñarle los conceptos básicos del trading, las estrategias más efectivas y los consejos más prácticos para operar con éxito en el mercado.
Laura se apuntó al curso con ilusión y esperanza. Pensó que era una buena forma de aprovechar el tiempo mientras buscaba otro trabajo más estable y convencional.
El curso duraba tres meses y tenía un precio razonable. Laura pagó con su tarjeta de crédito y recibió un correo electrónico de confirmación con el acceso al aula virtual.
Al día siguiente, se levantó temprano y se sentó frente a su ordenador portátil. Entró en el aula virtual y vio que había varios módulos con vídeos, textos, ejercicios y tests.
Empezó por el primer módulo: Introducción al trading. Hizo clic en el primer vídeo y escuchó atentamente la voz del profesor.
- Hola, soy Juan Carlos Martínez y soy tu profesor de trading online. Bienvenido al curso de trading para principiantes. En este curso vas a aprender todo lo que necesitas saber para convertirte en un trader exitoso. Pero antes de empezar, quiero que sepas algo muy importante: el trading no es un juego ni una forma fácil de hacerse rico. El trading es una profesión seria y exigente que requiere dedicación, disciplina, conocimiento y control emocional. Si crees que vas a ganar dinero sin esfuerzo o sin riesgo, estás equivocado. El trading implica riesgos muy altos y puedes perder todo tu capital si no sabes lo que haces o si te dejas llevar por la codicia o el miedo. Por eso te recomiendo que sigas este curso con atención y que practiques mucho antes de operar con dinero real.
Laura asintió con la cabeza y siguió escuchando al profesor.
- Dicho esto, vamos a empezar por lo básico: ¿qué es el trading? El trading es la actividad de comprar y vender activos financieros en el mercado con el objetivo de obtener beneficios. Un activo financiero es cualquier cosa que tenga un valor económico y que se pueda negociar en el mercado. Por ejemplo: acciones, divisas, materias primas, índices bursátiles, criptomonedas, etc. El mercado es el lugar donde se encuentran los compradores y los vendedores de estos activos y donde se determinan sus precios según la oferta y la demanda. Hay diferentes tipos de mercados según el tipo de activo que se negocie: el mercado de acciones, el mercado de divisas o Forex, el mercado de materias primas o commodities, etc.Laura tomó nota de todo lo que decía el profesor y trató de entender los conceptos.- Para hacer trading necesitas una plataforma online que te permita acceder al mercado y ejecutar tus operaciones. Esta plataforma se llama broker y es una empresa intermediaria entre tú y el mercado. El broker te ofrece una cuenta donde depositas tu dinero para operar y te cobra unas comisiones por cada operación que realizas. También te ofrece unas herramientas para analizar el mercado y tomar tus decisiones: gráficos, indicadores técnicos, noticias económicas, etc.Laura buscó en internet algunos brokers recomendados por el profesor y comparó sus características: depósito mínimo, comisiones, regulación, seguridad, etc.- Hay dos formas principales de analizar el mercado para hacer trading: el análisis técnico y el análisis fundamental. El análisis técnico se basa en estudiar los movimientos del precio a través de los gráficos e identificar patrones o tendencias que puedan indicar posibles cambios o continuaciones del precio. El análisis fundamental se basa en estudiar los factores externos que pueden influir en el precio de un activo como la situación económica, política o social de un país o región.Laura se interesó más por el análisis técnico que por el análisis fundamental. Le pareció más fácil y lógico seguir las señales del precio que estar pendiente de tantos datos e informaciones.- Hay tres tipos principales de operaciones según la dirección del precio: largas (compras), cortas (ventas) y neutras (sin posición). Una operación larga consiste en comprar un activo cuando crees que su precio va a subir para venderlo más caro después y obtener beneficios. Una operación corta consiste en vender un activo cuando crees que su precio va a bajar para comprarlo más barato después y obtener beneficios. Una operación neutra consiste en no tener ninguna posición abierta en el mercado y esperar a que se den las condiciones adecuadas para entrar.
Laura aprendió a diferenciar los tipos de operaciones y a usar los botones de compra y venta de la plataforma del broker.
- Hay cuatro elementos fundamentales que debes conocer y controlar para hacer trading: el precio de entrada, el precio de salida, el stop loss y el take profit. El precio de entrada es el precio al que entras en una operación, ya sea comprando o vendiendo. El precio de salida es el precio al que sales de una operación, ya sea vendiendo o comprando. El stop loss es el precio al que cierras una operación automáticamente si el mercado va en tu contra y limitas tus pérdidas. El take profit es el precio al que cierras una operación automáticamente si el mercado va a tu favor y aseguras tus ganancias.
Laura practicó con estos elementos usando una cuenta demo que le ofrecía el broker con dinero virtual para simular las condiciones reales del mercado.
- Hay dos conceptos clave que debes entender y aplicar para hacer trading: la gestión del riesgo y la gestión del capital. La gestión del riesgo consiste en determinar cuánto dinero estás dispuesto a arriesgar en cada operación y cómo proteger tu cuenta ante posibles pérdidas. La gestión del capital consiste en determinar cuánto dinero vas a invertir en cada operación y cómo distribuir tu capital entre diferentes activos o estrategias.
Laura estudió las fórmulas matemáticas para calcular el riesgo y el capital óptimos para cada operación según su perfil como trader.
- Hay tres tipos principales de estrategias según el plazo temporal: intradía, swing trading y largo plazo. El intradía consiste en abrir y cerrar las operaciones dentro del mismo día aprovechando los movimientos más pequeños del mercado. El swing trading consiste en mantener las operaciones abiertas durante varios días o semanas aprovechando los movimientos más grandes del mercado. El largo plazo consiste en mantener las operaciones abiertas durante meses o años aprovechando las tendencias más duraderas del mercado.
Laura decidió probar con el intradía porque le pareció más dinámico De acuerdo y más compatible con su horario familiar.- Hay tres tipos principales de estilos según la personalidad: agresivo, moderado y conservador. El agresivo consiste en buscar muchas operaciones con alto riesgo y alta rentabilidad. El moderado consiste en buscar pocas operaciones con riesgo medio y rentabilidad media. El conservador consiste en buscar muy pocas operaciones con bajo riesgo y baja rentabilidad.Laura se identificó con el estilo moderado porque le pareció el más equilibrado y prudente.Así fue como Laura completó el curso de trading para principiantes y se sintió preparada para dar el siguiente paso: operar con dinero real.Abrió una cuenta real con el broker que había elegido y depositó mil euros que había ahorrado de su pensión compensatoria.Estaba nerviosa pero también emocionada. Se sentía como una niña que empieza el colegio por primera vez.Encendió su ordenador, entró en la plataforma del broker y se dispuso a hacer su primera operación.Miró los gráficos, los indicadores técnicos, las noticias económicas. Buscó una oportunidad de entrada en el mercado de divisas o Forex, donde se negocian las monedas de diferentes países.Vio que el euro estaba subiendo frente al dólar y decidió comprar euros y vender dólares. Hizo clic en el botón de compra y abrió una posición larga o alcista.Puso un precio de salida, un stop loss y un take profit según lo que había aprendido en el curso.Al principio todo fue bien. El precio subió y Laura vio cómo su cuenta aumentaba de valor. Se sintió eufórica y orgullosa de sí misma. Había hecho una buena operación.Pero de repente el precio cambió de dirección y empezó a bajar. Laura se puso nerviosa y asustada. Había hecho una mala operación.Miró el gráfico con angustia y vio cómo el precio se acercaba a su stop loss. Esperó a que se recuperara, pero no lo hizo.Su stop loss saltó y cerró su posición automáticamente con una pérdida de cien euros.Laura se quedó en shock. No podía creer lo que acababa de pasar. Había perdido el diez por ciento de su capital en su primera operación.Se sintió frustrada y decepcionada consigo misma. Había hecho algo mal.Revisó su operación y trató de encontrar el error. Se dio cuenta de que había entrado demasiado tarde en el mercado, cuando el precio ya había subido mucho y estaba cerca de una resistencia o nivel donde suele cambiar de dirección.También se dio cuenta de que había puesto un stop loss demasiado ajustado, sin dejar margen para las oscilaciones normales del precio.Y sobre todo se dio cuenta de que había actuado por impulso, sin seguir un plan ni una estrategia definida.Se reprochó su falta de disciplina y control emocional. Se dijo que tenía que mejorar mucho si quería ser una trader exitosa.Pero no se rindió. Sabía que el trading era difícil y que tenía que aprender de sus errores.Decidió tomarse un descanso y volver a intentarlo al día siguiente con más calma y más criterio.Se levantó del ordenador y fue a ver a sus hijos, que estaban jugando en el salón.Les dio un abrazo y les dijo que los quería mucho.Ellos le devolvieron el abrazo y le dijeron que ella era la mejor mamá del mundo.```

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El regalo

Era el cumpleaños de su abuelo y Marta no sabía qué regalarle. Había pensado en una corbata, un libro, una taza... pero nada le parecía lo suficientemente original y especial. Quería sorprenderle con algo que le hiciera ilusión, que le demostrara cuánto le quería y admiraba.
Su abuelo era un hombre sabio y bondadoso, que había vivido muchas aventuras en su juventud. Le encantaba contarle historias de sus viajes por el mundo, de sus encuentros con personas fascinantes, de sus hazañas y desafíos. Marta se quedaba embelesada escuchando su voz cálida y su risa contagiosa.
Un día, se le ocurrió una idea. Recordó que su abuelo tenía una vieja caja de madera en el desván, donde guardaba algunos objetos de valor sentimental. Entre ellos, había una brújula de plata que le había regalado su padre cuando cumplió dieciocho años. Era una pieza preciosa, con grabados delicados y una aguja imantada que señalaba siempre el norte.
Marta decidió restaurar la brújula y envolverla en un papel bonito. Le escribió una nota que decía: "Para el mejor abuelo del mundo. Gracias por enseñarme a orientarme en la vida. Te quiero mucho". Luego se la entregó con una sonrisa nerviosa.
Su abuelo abrió el paquete con curiosidad y se quedó sin palabras al ver la brújula reluciente entre sus manos. La reconoció al instante y sintió un nudo en la garganta. Acarició el metal con ternura y miró a Marta con los ojos brillantes.
- ¿Cómo has sabido? -le preguntó emocionado.
- Es tu brújula favorita, ¿no? La encontré en el desván y pensé que te gustaría tenerla como nueva -respondió Marta.
- Es mucho más que eso -dijo su abuelo-. Esta brújula me ha acompañado en todos mis viajes. Me ha ayudado a encontrar mi camino cuando me perdía o me desorientaba. Me ha recordado de dónde vengo y adónde voy. Me ha inspirado a seguir explorando el mundo y a mí mismo.
- Wow... -exclamó Marta impresionada-. No sabía que fuera tan importante para ti.
- Lo es -afirmó su abuelo-. Y ahora quiero que sea tuya.
- ¿Qué? ¿En serio? -se sorprendió Marta.
- Sí -asintió su abuelo-. Quiero que heredes esta brújula y que la uses como yo lo hice. Quiero que viajes por donde quieras, que conozcas gente maravillosa, que vivas experiencias inolvidables. Quiero que seas feliz y libre.
Marta no podía creer lo que oía. Se sintió profundamente agradecida y honrada por el gesto de su abuelo. Le dio un fuerte abrazo y le dijo:
- Gracias, gracias, gracias... No sé cómo agradecértelo. Es el mejor regalo del mundo.
- No hay nada que agradecer -dijo su abuelo-. Tú eres el mejor regalo del mundo para mí.

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Post image : El reencuentro

El reencuentro

Carlos se bajó del tren con su maleta y miró a su alrededor. Había pasado más de veinte años desde la última vez que había pisado su pueblo natal. Todo le parecía igual y a la vez distinto. Reconocía las calles, las casas, los comercios, pero también notaba los cambios: las fachadas pintadas de colores, los carteles luminosos, las antenas parabólicas.
Se dirigió al hotel donde había reservado una habitación. Era el mismo donde se había alojado con sus padres cuando era niño y venían a visitar a sus abuelos. Recordó las tardes de juegos en el patio con sus primos y amigos. Recordó también a Ana, su primer amor.
Ana era la hija del dueño del hotel. Carlos y ella se habían conocido cuando tenían diez años y habían sido inseparables hasta que Carlos se marchó a la ciudad con su familia cuando cumplió quince. Se habían prometido escribirse y llamarse, pero con el tiempo se fueron perdiendo la pista.
Carlos entró en el hotel y se acercó al mostrador. Detrás estaba una mujer de unos cuarenta años que le sonrió amablemente.
- Buenos días - dijo ella - ¿En qué puedo ayudarle?
- Hola - dijo él - Tengo una reserva a nombre de Carlos Sánchez.
La mujer consultó el ordenador y asintió.
- Sí, aquí está - dijo - Habitación 12, segunda planta.
Le entregó la llave y le indicó dónde estaba el ascensor.
- Gracias - dijo él cogiendo la llave.
- De nada - dijo ella - Que tenga una buena estancia.
Carlos subió al ascensor y pulsó el botón de su planta. Mientras esperaba que llegara se fijó en una foto que había colgada en la pared del mostrador. Era una foto antigua de un grupo de niños jugando en el patio del hotel. Entre ellos reconoció a Ana. Tenía el pelo largo y rubio recogido en dos coletas y unos ojos azules que le miraban con dulzura.
Carlos sintió un nudo en la garganta y una punzada en el corazón. Se preguntó qué habría sido de ella, si seguiría viviendo allí, si estaría casada o tendría hijos.
El ascensor llegó a su planta y Carlos salió de él. Buscó su habitación y entró en ella. Dejó la maleta sobre la cama y se sentó en una silla junto a la ventana. Desde allí podía ver el patio del hotel donde tantas veces había jugado con Ana.
Se quedó mirando por la ventana durante unos minutos mientras recordaba los momentos felices que habían compartido: los paseos por el campo cogidos de la mano, los besos robados tras un árbol, las confidencias bajo las estrellas.
De repente oyó un golpe en la puerta.
- ¿Quién es? - preguntó Carlos levantándose de la silla.
- Soy yo - dijo una voz femenina al otro lado - La dueña del hotel.
Carlos abrió la puerta y se quedó petrificado al ver quién era: Ana.
```
Ana estaba igual que en la foto, solo que más mayor. Tenía el pelo corto y liso y unas arrugas en las comisuras de los labios. Pero sus ojos seguían siendo los mismos: azules y expresivos.
Carlos no supo qué decir. Se quedó mirándola con la boca abierta y el corazón acelerado.
- Hola, Carlos - dijo Ana con una sonrisa nerviosa - ¿Me recuerdas?
- Claro que te recuerdo - dijo él recuperando la voz - Eres Ana, mi primer amor.
Ana se sonrojó y bajó la mirada.
- Sí, soy yo - dijo - Perdona que te moleste. Solo quería darte la bienvenida y preguntarte si necesitas algo.
- No, no necesito nada - dijo él - Gracias por tu amabilidad.
- De nada - dijo ella - Bueno, pues... si me disculpas...
Ana se dio media vuelta y se dispuso a marcharse.
Carlos reaccionó y la cogió del brazo.
- Espera, Ana - dijo él - No te vayas así. Tenemos que hablar.
Ana se soltó suavemente de su agarre y le miró a los ojos.
- ¿Qué quieres que hablemos? - preguntó ella con voz temblorosa.
- Quiero saber de ti, Ana. Quiero saber qué ha sido de tu vida. Quiero saber por qué dejaste de escribirme y llamarme. Quiero saber si aún sientes algo por mí - dijo él con pasión.
Ana suspiró y entró en la habitación. Cerró la puerta tras de sí y se sentó en la cama.
- Carlos... han pasado muchos años desde que nos vimos por última vez. Muchas cosas han cambiado. Yo he cambiado. Tú has cambiado - dijo ella con tristeza.
- No tanto como crees, Ana. Yo sigo siendo el mismo chico que se enamoró de ti cuando tenía diez años. El mismo chico que te escribía cartas de amor cada semana. El mismo chico que te llamaba cada noche para desearte buenas noches. El mismo chico que nunca te olvidó - dijo él acercándose a ella y cogiéndole las manos.
Ana sintió un escalofrío al notar el contacto de sus manos. Recordó lo mucho que le había querido a Carlos, lo mucho que le había dolido su marcha, lo mucho que le había echado de menos.
Pero también recordó lo mucho que había sufrido por su silencio, lo mucho que había llorado por su olvido, lo mucho que había intentado rehacer su vida sin él.
```
- Carlos... yo te quise mucho. Mucho más de lo que te imaginas. Pero tú te fuiste y me dejaste sola. Al principio te escribí y te llamé, pero nunca me contestabas. Pensé que me habías olvidado, que habías encontrado a otra. Me sentí traicionada y abandonada - dijo ella con lágrimas en los ojos.
- No es cierto, Ana. Yo nunca te olvidé ni te encontré a otra. Te amé con toda mi alma y siempre esperé tu respuesta. Pero nunca recibí tus cartas ni tus llamadas. Pensé que tú me habías olvidado, que habías encontrado a otro. Me sentí engañado y despechado - dijo él con angustia.
- ¿Cómo es posible? ¿Qué pasó entonces? ¿Quién nos separó? - preguntó ella confundida.
- No lo sé, Ana. No lo sé. Tal vez alguien interceptó nuestras cartas y nuestras llamadas. Tal vez alguien nos mintió y nos manipuló. Tal vez alguien nos envidió y nos quiso hacer daño - dijo él con rabia.
- ¿Pero quién? ¿Quién podría hacer algo así? - preguntó ella asustada.
- No lo sé, Ana. No lo sé. Pero no importa ya. Lo único que importa es que estamos aquí, juntos de nuevo. Y que nos seguimos queriendo como el primer día - dijo él abrazándola con fuerza.
Ana se dejó abrazar por Carlos y sintió su calor y su aroma. Sintió cómo su corazón latía al unísono con el suyo. Sintió cómo renacía la esperanza en su interior.
- Carlos... yo también te quiero como el primer día - dijo ella besándole en la mejilla.
Carlos le devolvió el beso y bajó hasta sus labios en un beso apasionado y profundo.
Ana se entregó al beso y se olvidó de todo lo demás.
Solo existían ellos dos: Carlos y Ana.

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