@Lectora
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Después de 40 años de convivencia decimos que era tiempo de formalizar nuestra relación... jajajajajaja!!! Es que estábamos probando para ver si nos entendíamos, sepan comprender 😜
Con una hija en común, una casa, 2 perros y 6 gatos...
El 5 de noviembre de 2019 dimos el gran salto.
Yo con 77 para 78 años y él con 69 en aquél momento.
Cada cual tarda lo que quiere y siempre, mientras haya vida, se puede volver a empezar, cambiar de rumbo, elegir nuevas opciones, emprender lo que se les ocurra; nada los limita.
Mi abuela Mamanina, como ya les conté en otro post, que aquí
les dejo el enlace para que lo lean; era una mujer muy decidida.
Recuerdo una conversación que tuvo con mi abuelo, en el que
yo estaba presente y en aquél entonces habré tenido entre 9 y 10 años, es decir
que era más o menos el año 1950/1.
No recuerdo palabras exactas, pero la conversación fue muy
similar a lo que voy a relatar.
Mi abuela le dice ‒ ¿Qué te parecen esos nuevos terrenos que
están vendiendo a unas calles de aquí? podrían servir para hacer viviendas y
alquilarlas ‒
Mi abuelo la mira y le contesta ‒ Y seguramente serían una buena inversión ‒ (pero se lo dijo como quién conversa y nada
más)
De repente ella lo mira y le dice ‒ Te lo
pregunto porque ya he entregado la seña y mañana hay que ir a firmar los papeles
para hacer la escritura ‒
Mi abuelo ya no supo qué contestar.
Esa era mi abuela, si te decía que le interesaba o le
parecía que había que hacer algo, era porque ya lo había hecho...
Mi abuela nació en el año 1895 era Alemana del Volga, por un
tiempo vivió en Nueva York, otro tanto en Austria y por trabajo de su esposo terminó viviendo
en Paraguay; en donde estuvo hasta el último día de su vida.
Era una mujer con poca instrucción escolar, ya que en
aquellos momentos no muchas personas tenían la posibilidad de la educación, además que al
ser otros tiempos se daba prioridad al trabajo y que la mujer debía estar en la
casa para atender a su esposo e hijos.
Mi abuela era una adelantada a su época, no se quedaba
quieta y tenía sus ambiciones. Se preocupaba por aprender y leer todo tipo de
información que la mantenga actualizada.
Mujer con carácter firme, que si te decía no era no y para
ser sincera era la que llevaba los pantalones en la casa; ya que no existía
hombre que pudiera ponerle límites o mejor dicho no existía persona que pudiera
doblegar su espíritu.
Cuando llegó al Paraguay vio que eran necesarias personas
que sepan ayudar a otras en cuidados médicos, se hizo voluntaria de los
hospitales y de esa forma aprendió a ser partera.
Creo que si digo un número de madres a las que ayudó a traer
sus hijos al mundo, sería muy difícil de precisar, pero lo que si estoy segura
es que fueron más de quinientos.
Tuvo partos, en los que si no hubiese utilizado su ingenio, tanto
la madre como el niño hubiesen perdido la vida.
Recuerdo un caso en donde el bebé venía de pies y estamos
hablando de los años 60, mi abuela ya era una mujer de más 65 años, con aproximadamente 40 años de práctica como partera y
ya había tenido muchos casos similares, pero para mí era la primera vez que lo
presenciaba. En pleno parto con sus manos acomodó al niño para que naciera bien
y es algo imposible de expresar con palabras; pero fue el milagro de esas
maravillosas manos que habrán sido bendecidas, porque logró que fuese todo un éxito.
Ella era alguien muy querida y respetada en el pueblo; era conocida como la partera de
allí y vio crecer a muchísimos niños, los cuales lo primero que vieron al salir
del vientre, fue el rostro de mi abuela Mamanina. Éstos mismos se volvieron padres,
madres y allí estaba ella con su cubo de agua tibia a la espera de ese nuevo ser.
Mi abuela ejerció su profesión hasta el final de sus días porque
le apasionaba recibir la vida con sus manos.
Corría el año 1978 en Argentina yo tenía 36 años, un año muy
bueno para el país con muy poca desocupación laboral. A todos los rubros le iba
bien, incluyendo al transporte y conseguir un taxi vacío, en el horario que
todos salíamos de los trabajos era muy difícil.
Yo trabajaba en una fábrica de ropa y al salir de ella me
iba a estudiar alta costura.
Era un verano caluroso, típico de la Ciudad de Buenos Aires;
había salido de mi trabajo, llegué a mi piso, me duché porque no daba más de
ese calor y me di cuenta que se me estaba haciendo tarde para llegar a mis
estudios.
Miré por la ventana y sabía que coger un taxi iba a ser
imposible, así que me crucé al bar que estaba en frente y le dije al camarero
que necesitaba que un taxista me llevara ya mismo.
Fui allí porque sabía que en esa cafetería descansaban los
taxistas.
El camarero dijo —Carlitos aquí tienes a una clienta —
El taxista no se puso muy alegre de llevarme, porque recién
había llegado a descansar; pero se levantó de su asiento y me acompañó a su
taxi.
Ya en camino, este hombre me empezó a conversar, porque
normalmente los taxistas de esta ciudad son de hablar bastante.
La verdad es que yo no tenía ningún interés en lo que me
hablaba, solo quería llegar rápido porque no me gusta faltar ni llegar tarde a
mis compromisos.
Pero en un momento me dice que su madre se tiene que operar,
porque es posible que tenga un tumor y allí me percaté que este hombre estaba
muy preocupado.
Así que decidí involucrarme en lo que me contaba, además de
llamarme la atención con cuanto amor se refería a ella.
Cuando llegué a destino me cobró la tarifa correspondiente y
me preguntó si quería que me fuese a
buscar a la hora de salida que era a las 10 de la noche; Como yo de todas
formas debía tomarme un taxi para volver a mi hogar, me daba lo mismo si era
esta persona o cualquier otra la que me llevara.
Cuando salí ya se encontraba el taxi esperándome, yo ya estaba más
relajada porque por suerte había llegado a tiempo a la clase.
Volvimos conversando y él siempre con su preocupación por su
madre y en un momento me dice si quiero ir a tomar un café.
Y pensé que no perdía nada, que quizás este hombre
necesitaba una persona que lo escuchara.
Ya en la cafetería lo miré bien y dije en mis adentros “está
lindo el morocho”
Empezamos a tener una charla amena, yo le conté que era
divorciada, con una hija de 16 años y él me dijo que era soltero. Pero hasta
ahí no había insinuaciones de ninguna de las 2 partes de absolutamente nada.
Me llevó a mi casa y no me cobró el viaje. Me preguntó a qué
hora salía para el trabajo, que me iba a venir a buscar; yo le dije que a las 6
de la mañana, aunque reconozco que no sabía si venía en calidad de taxista (que
me iba a cobrar el viaje) o de pretendiente. Se despidió como cualquier amigo.
A mí me gustó por sus
formas, ese amor a su madre y lo respetuoso que era; pero no sabía si para él
había sido lo mismo.
A la mañana siguiente me vino a buscar y me saludó con un
beso en la boca y en ese momento pensé “no me va cobrar el viaje” jajajjaja....
No pensé eso, sino que yo le interesaba también, pero admito que no me cobró
jajajajaja.
Así que empezamos a tener citas, paseos y nos pusimos de
novios. En una conversación me entero que él tiene 28 años, es decir, que yo
era mayor por 8 años. Lo hablamos y cómo los 2 éramos adultos, no fue un gran
impedimento.
La cuestión fue las presentaciones tanto a mi hija mayor, como
a su familia pero pertenece a otra historia, que luego les contaré.
Al tiempo nos enteramos que fue un mal diagnóstico el que le
dieron a su madre y fue un alivio para todos.
Para resumir, ¡es que es el amor de mi vida! Desde ese
momento y hasta el día de hoy siempre estuvimos juntos; en las buenas, en las
malas, en la salud y en la enfermedad. Lo extraño es que estuvimos más de 40 años y nunca se nos pasó por la cabeza
casarnos, pero un día lo conversamos y a mis 77 años (faltaban días para que
cumpliera los 78) y a sus 69 firmamos la libreta.
Tenemos una hija que hoy tiene 41 años y pronto van a hacer
44 años que estamos juntos.
Hacía 2 años que estaba divorciada, mi hija tenía 4 años y
un día conocí en una fiesta a un hombre que me parecía interesante.
Antes era más complicado quedar para una cita, muy pocas
personas tenían teléfono y no existían los móviles, así que si querías quedar
con alguien tenías que decir un día y lugar para verse.
Si te llegaba a pasar algo y no tenías algún conocido en
común, nunca más veías a esa persona.
En esta oportunidad todo salio bien y si nos encontramos;
empezamos a salir y parecía una persona encantadora.
Mi hija ya tenía 4 años y por supuesto le conté la verdad de
mi niña y todo sobre mí, incluyendo que era divorciada con tan solo 22 años.
Él me dijo que era soltero y que le encantaban los niños.
La relación continuo por más de un año, se lo presenté a mi
hija y ella encantada, porque este hombre era muy atento con ella.
Un día decidimos irnos a vivir juntos y todo de maravilla,
lo único incómodo era que su trabajo lo hacía viajar 4 días a la semana, así
que tan solo compartíamos 3.
Mi tía me dijo — para mí que tiene otra familia —
Yo le dije que imposible, si conmigo era muy amoroso.
Así que seguimos juntos otro año más.
Un día le revisé los bolsillos para hacer la colada y
encuentro su billetera; yo no era de revisar pero se la abrí y encuentro una
foto en donde él se encontraba abrazado a una mujer y a dos niños pequeños...
Fui urgente a pedir explicaciones y como estaba desprevenido
tartamudeo y me dijo que era su cuñada con sus sobrinos...
A lo que contesté — Bueno, entonces preséntamelos —
Se negó rotundamente y allí me di cuenta que por 2 años
estuve con un hombre casado, siendo la otra sin saberlo...
Lo eché de la casa inmediatamente, pero para mi hija fue
devastador, ella recién comenzaba la escuela primaria con sus 6 años recién
cumplidos y no entendía porque ya no tenía a ese padrastro dulce y cariñoso que
la iba siempre a buscar.
Lo sufrió mucho y yo también sufrí la decepción.