La ciudad de El Cairo fue otro mundo. Tan diferente al Antiguo Egipto, a toda esa cultura que adoraba a diferentes dioses, llena de magia y conocimientos ancestrales. Para mí no se parece en nada a la cultura egipcia, en la actualidad domina la cultura árabe, sus costumbres, vestuario, gastronomía, es natural que todo lo del Antiguo Egipto se haya perdido en el día a día de sus actuales habitantes después de tantas invasiones.
Es una ciudad en la que para hacer las visitas hay un guardaespaldas que acompaña al grupo. Tanto en la visita nocturna como en la diurna.
La visita de noche fue bonita, con la iluminación de los monumentos, calles y tiendas. Vimos el centro de la ciudad, fuimos a tomar el típico té con menta a un local donde parece ser que va gente famosa y luego nos fuimos a cenar al restaurante en el que teníamos la reserva. Ahí comí el mejor falafel que nunca he probado!
Pero lo que más me impactó de esa noche fue cuando por mayoría de los que estaban en el grupo fuimos a visitar un barrio pobre. Estos barrios en los que las familias son pobres y viven en una casita al lado de mausoleos de la gente más rica y cuidan de los muertos de estas familias. A mí me daba mucha cosa entrar ahí pero todo el grupo entró... y también es peligroso quedarse a solas en esas calles, especialmente para los turistas. Mi compañero se quedó a mi lado y se puso a hacer fotos del exterior, entonces salió una niña, era la hija de la familia que vivía ahí, nos saludó y me cogió de la mano para llevarnos a dentro con el resto. Cuando hizo eso fue como si me estuviese dando la bienvenida y dándome permiso para entrar en su casa, así que entramos junto a ella y nos reunimos con el resto del grupo. Tenéis las fotos más abajo. Creo que fue lo que más me gustó de esa noche, o al menos lo más emotivo.







