En la enormidad de la noche oscura, hay un lamento entre sombras perdido, un eco de tristeza que perdura, y en mi alma solitaria se ha tejido.
La soledad, compañera del silencio, envuelve mi ser con su manto frío, y en el vacío encuentro mi consuelo, aunque mi corazón necesita abrigo.
En los rincones de mi casa vacía, se dibujan sombras de recuerdos idos, restos de aquellas voces que en mi mente, se desvanecen cual ecos perdidos.
Las horas, como susurros de arena, la soledad, como mi única amiga, prisión de pensamientos que condena, en mi alma la tristeza que castiga.
Y en medio de esta oscuridad profunda, donde la soledad pareciera infinita, una chispa de esperanza enciende, el recuerdo de que aún existe vida.
La soledad es además un lienzo en blanco, donde plasmar soñando mis anhelos, en medio de la calma que aún extraño, pintando sobre el lienzo sin desvelos.
La soledad, hoy dolorosa y fría, es un maestro que me enseña a escuchar, a encontrarme a mí mismo cada día, y a amar mi compañía, sin cesar.
Abrazo la soledad como parte de mí, aprendiendo a ser fuerte en cada paso, en la oscuridad de la noche me perdí y aún encuentro belleza en mi propio ocaso.
La soledad no es eterna ni inmutable, es solo un viaje que debo transitar, y en el camino, mi esencia inagotable encuentra sola la fuerza para amar.