Esto lo escribí en 2015 y, como sigo en mis trece, lo público para retomar este tema muy pronto...
He apostado en muchos momentos iniciales de mi vida por trabajar codo con codo con otros, que hoy están arriba y lo están consiguiendo, sin pedir nada a cambio (relativamente, ahora lo explico). He trabajado lo que no está escrito sin compensación alguna económica, aprovechando el esfuerzo para aprender, aplicarme en el nuevo reto y evolucionar, mejorar, pulir.
En lugar de criticar, cuando pude hacerlo y unirme al carro de otros, a esos profesionales que lo intentaban todo por trabajar en EEUU, en España, en Namibia, donde fuera, por formar un nicho, intentar servir de cuña a otros que empezábamos, y darnos trabajo, a cambio de “lo que se pudiera”, seguí a lo mío. Ofreciendo mi hacha si hacía falta, y pidiéndoles a esas personas otros trabajos o favores a cambio. “¿No hay dinero? Rotúlame estas páginas en inglés, muéveme este proyecto por allá.”

Intenté comprender lo que esas personas pretendían, querían hacer, y no me senté en un sofá a ponerles a parir. Malos tiempos, ya vendrían otros mejores.
En cambio lo normal era oír lo peor de lo peor de algunos casos, casi siempre desde gente que tan sólo veía el panorama, sin mojarse. Y no, mojarse no es eso tan español de decirle al otro (o a la red social de turno) aquello de “¡Hay que hacer! ¡Hay que hacer!”
Y vinieron tiempos mejores, claro. Esas personas, perseverantes, conseguían poco a poco mejores situaciones, luego quizás se truncaban algunas, pero ahí están todos ellos, ya con editoriales modestas montadas, pudiendo alojar trabajos de otros, y recompensando económica y laboralmente aquellos esfuerzos, aquel “codo con codo” contra viento y marea.
Cuando estás empezando siempre deberías tener en mente un par de proyectos que, aunque veas lejanos en publicación o no sean lo maduros que quisieras, vayan saliendo adelante de una manera u otra. Una manera de conseguir poco a poco dedicar espacio, tiempo y recursos que no tengas, y poder comenzar a lanzar tus proyectos propios, es precisamente esa, colaborar con otros a cambio de ayuda en lo tuyo también, incluso simplemente de consejo. No sé cómo dibujaría yo si no hubiera valorado el consejo y correcciones de algunos de estos currantes del medio, que me encargaban páginas, las podían pagar un día y al otro ya no, pero me sacaban lo mejor y me EXIGÍAN lo indecible para que hiciera correctamente mi trabajo.
Luego, lógicamente, esto, que tiene que ser una primera etapa, pasa. Pasa y tomas las riendas de tu oficio, con más seguridad, y valorando tu trabajo como debe de ser. Pasa y tiene que dar lugar a trabajo remunerado, a un trato más frío y serio con el cliente o con editores, y hacer valer tu trabajo siempre como tú lo consideres, sin mirar al de al lado.
Luego toca enfrentarse, en el terreno profesional, en mi caso alejado del concreto y escueto mundillo del cómic español, a que los clientes, más allá del poco valor que le den a tu trabajo, regateen, se metan en tu trabajo, corrijan, y todo esto sin intención de remunerarte por tus horas de trabajo. Mi consejo sería que intentes, como a mí me ha costado años, establecer unos precios, un valor a tus horas de trabajo, materiales, y lo que pagues de luz y alquiler, y no pasar ni un sólo trabajo sin cobrarlo correctamente, sin hacer un presupuesto previo que deba ser aceptado.
¿Primero digo lo de arrimar el hombro, y luego que hay que cobrar tu trabajo?
Por supuesto, me parecen cosas diferentes.
En una etapa de aprendizaje, de evolución, y en la que te puedas permitir colaborar (puede ser al principio de tu carrera o colaborando con un par de páginas para la publicación de un amigo, aunque te hayas convertido en un profesional reconocido, esto ya lo decidirás siempre valorando cada caso), me parece más que correcto intentar hacer el trabajo que te pida un editor de fanzines o de editoriales pequeñas, como digo siempre intentando conseguir una compensación similar a tu esfuerzo, en especie, que os satisfaga a ambas partes. Si estoy en el estudio de un dibujante, ayudándole y el me enseña el oficio, y me corrige, estoy aprendiendo, significa que me está pagando por mi trabajo.
En la etapa profesional, y ya que estaba con ese ejemplo sigo con él, si llega un momento en que ese profesional con el que aprendo me cede terreno y me encarga un trabajo profesional para un cliente y lo desarrollo yo, tendré que tener mi compensación económica por él, poco a poco. Incluso comenzaré a asumir funciones y quizás no sólo conseguir ganarme la vida cuando llegue el momento, junto a él o independientemente, si no que aportaré también mi parte, o valoraré que se me está permitiendo utilizar en horas no laborales, todo el material, recursos y enseñanzas (que nunca llegan a un punto final) para mi propio provecho y trabajo personal, así como trabajo personal de ese compañero para auparme, mover mis proyectos, y es aquí donde regresa aquello tan importante de intentar desarrollar tus propios cómics, proyectos de ilustración o guiones para poder ir sacándote tu propio trabajo.
Después, por azares de la vida, comenzé a darme cuenta de que yo comenzaba a ser con los años, como aquellos, a los que unos criticaban, y otros valoraban positivamente, ofreciéndome su hacha.
Siempre he tenido en cuenta lo mal que me parece que están las cosas para despegar en esto del cómic en este país tan pequeñito y reducido, cultural y mentalmente, y siempre pensé que si un día yo conseguía un poco de hueco, ¿Por qué no intentar que otros también pudieran aprovecharlo?
…CONTINUARÁ