El campo de batalla
es un folio en blanco
en el grito de la espesura,
y la incertidumbre de uno mismo
es un latido fundido
que espera los copos de nieve
para resucitarse
a través del hielo.
Los cinco sentidos
permanecen silentes
dentro de un reloj
cuya blanca arena
robé de una playa.
Dicen que es ajena la guerra
para el prójimo, si su verbo
con balas se acalla.
Es hora de romper el cristal
con un disparo extraviado,
y liberar cada lágrima
presa del tiempo.