Deslice la hoja de mi cuchillo por la puerta de su habitación emitiendo un chirriante sonido.
Él se había encerrado dentro de ella bloqueándome la entrada echando el pestillo. —Vamos, abre. —susurré dibujando una sonrisa sádica en mi rostro.
—Por favor. —suplicó. —Vete y no me hagas daño.
Solté una carcajada volviendo a deslizar el cuchillo por la puerta, dándole a entender que mi respuesta era el rotundo no.
Yo ya había insistido varias veces en que me diese una oportunidad, en que me dejase demostrarle lo que sentía por él. Pero se negó siempre. Y si no estaba dispuesto a sentir por mí lo que yo sentía por él, yo me encargaría personalmente de hacer que no lo sintiese por nadie más.