Desde hace mucho tiempo empiezo mi día agradeciendo otro día de vida en silencio, tanto las oportunidades que se aprovecharon y las que no, así como en las decisiones correctas y equivocadas que me convirtieron en la persona que soy hoy y quiero ser en el futuro. Dentro de mi meditación se vuelve incontrolable empezar a pensar ¿Cómo hubieran resultado las cosas con decisiones diferentes? Y en otras ocasiones suelo preguntarme de cómo les irá a aquellos que antes eran amigos inseparables y ya hace mucho tiempo que no hablo con ellos. Y en el fondo sé que no soy el único que se las pregunta.
El clic de una de mis mejores acompañantes en la mañana me despierta de esos pensamientos y también me da la energía para comenzar mi día, claro estoy refiriéndome a la cafetera. Una vez sirvo mi café en una taza, procedo a leer las noticias del día, no por gusto o por costumbre, sino por miedo a quedar como un ignorante que solo está metido en temas de computadoras ¿También será un pensamiento recurrente para los demás?
El dólar cae, los precios suben, temas políticos más que repetitivos y antes de aburrirme por completo, veo a mi esposa asomarse a la sala, aún restregándose los ojos y con mirada de aún no haber despertado por completo. Enseguida le ofrezco una taza de café y agradezco por salvarme de una costumbre tan aburrida y desesperanzadora como leer las noticias en la mañana.
7:00 am y es hora de despertar al niño para que vaya a la escuela, mi esposa se apresura a prepararle el desayuno y yo intento ayudarle vistiendo al niño y cepillándose los dientes. En ese momento no puedo evitar recordar cómo era prepararme cuando tenía su edad y solo se me ocurre decirle palabras que lo motiven, aunque no estoy completamente seguro que pueda entenderme.
¿Habría cambiado en algo mi personalidad, proyectos o confianza de recibir estas palabras cuando era pequeño? Ejemplo: ¿Hubiese elegido una carrera más extrovertida o que me hiciera interactuar con personas más seguido? Imposible saberlo.
Terminando mi café, me doy cuenta que no es importante preocuparse por ello, sino en crear una confianza con mi hijo para que pueda contarme todos sus problemas y poderlo ayudar de ser necesario.
También me pregunto si soy el único que las piensa, pero por experiencia propia sé que los demás suelen estar preocupados en llegar a tiempo, no retrasarse en el trabajo, comer cualquier cosa y ni paran en disfrutar el sabor del café.
¡Qué locura! No me imagino empezar el día correctamente sin una buena taza de café y tan preocupado nada más al comenzar.
Todo esto son pensamientos que se me ocurren en mi rutina de la mañana que, seguramente, no tendrán respuesta y tampoco me gustaría conocerlas del todo… La incertidumbre del día a día es lo que más me motiva a vivirla.