No me digáis
que se murió la musa
de mis sueños dorados,
ni me digáis que,ahogado en pena,
mi Dios la ha desterrado.
Ni quisiera saber
por un instante, que ella
muerta está
en el olvido
de los versos malditos.
No me digáis que se fue
con su lamento boliviano,
que de cantos y suspiro
hizo estrofas por doquier
y que la ha relegado
a un segundo plano.
Decidme cual fue su suerte,
si fue traicionada
por su poeta
que la quiso ver muerta
en sus sueños de escritor.
No fue el poeta quien con ella acabó,
sino la poesía
que no quiso su inspiración.
José Pedro