En un mundo mágico llamado Iristown, vivía una joven hada llamada Luci que soñaba con hacerse reconocida, por eso se llevaba su varita mágica allí donde iba. Sus padres sin embargo habían perdido la fe en que algún día lo sería, y sus motivos tenían. En los concursos que preparaban todas las escuelas cada año siempre había quedado la última, por decirlo de algún modo se le habían venido a bajo sus poderes, de tal forma que una vez incluso la expulsaron. Y era normal, aquel día se equivocó al decir el conjuro, y en vez de mariposas salieron sapos de todas partes, muchos gritaban y corrían escandalizados incluyendo a sus propios profesores. Intentaron parar aquello, pero tardaron un par de horas en poder detenerlo y volver a la normalidad. Pero ella no se daba por vencida aún ya habiendo cumplido los 13 años.
Y es que nunca podrá olvidar la forma de como que los cumplió. Estaba preparando un pastel con su madre Kirirá, pero tuvo que ausentarse por un momento ya que la llamaron por teléfono. Le advirtió que no usara los poderes. Que si no sabía seguir que se esperase, pero al quedarse ahí sola Luci quiso terminarlo, darle una sorpresa a su querida madre. Y no pudo evitar sacar su varita y formular el conjuro mientras la movía.
Aparentemente el pastel tenía una pinta increíble, daban ganas de comérselo y no dejar cacho. Cuando lo vio su madre le felicitó y casi se le caen las las lágrimas de los ojos, creía haber encontrado la profesión idónea para su hija, en ese momento pensó en que le apuntaría a repostería, en que abriría su propia pastelería y que posiblemente tendría muchos pedidos.
Pero ya en la fiesta, cuando todos sus compañeros de clase, festejaban y era la hora del famoso pastel. Su madre fue cortando trocitos y poniéndoos en platitos para todos. Hasta ahí bien, no fue hasta pasado un cuarto de hora, es decir cuando todos ya habían comido del pastel, que la gente empezó a: primero a cambiar de color, siendo todos de colores diferentes, luego a hincharse como si de globos de Helio se tratasen y a flotar como estos también. Todos evidentemente querían bajar del techo donde permanecían flotando pero no podían, no podían bajar de ninguna forma, y estuvieron ahí un buen rato, tanto hasta que el padre de Luci llegó. Él que sonreía y llevaba un regalo para ella, lo tuvo que soltar al ver a su familia e conocidos ahí arriba.
-Hechizo que no va, hechizo que escondo ya
Movió su varita y todos cayeron del techo como globos deshinchándose y volvieron a su tonalidad original.
Su mal hazaña con la magia no solo le daba problemas en su día a día, sino que también a la hora de hacer amistades, nadie quería acercarse a ella. Había incluso quien pensaba que lo hacía apropósito, y que simplemente se estaba riendo de todos. La verdad era otra, pero tampoco le importaba a nadie.
Una noche mientras Luci cenaba con sus padres, estos le dieron una mala noticia, al menos para su familia. Y esta era que habían recibido una carta de la reina, Karin. Ella mencionaba las causas por las que debía hacer aquello, entre otras cosas por la seguridad de todo quien perteneciese a Iristown. La estaban mandando a vivir a muy lejos de sus padres, la estaban mandando a la Tierra.
Y tendría que empezar a vivir sin la magia. Pero no estaría sola, estaría a cargo de su profesora Keisha, elegida al azar. Quien le enseñaría a vivir como los humanos en una casa bien apartada de toda la civilización, lo que viene a ser en una casa en medio de la montaña.
Luci que era un mar de lagrimas se despidió de sus padres, ellos no se quedaban atrás sus padres disimulaban tapando su cara con el pañuelo de tela que tenían para limpiarse las lagrimas.
No fue facil resignarse a la magia, porque como ya he dicho a ella le hubiese gustado que todo hubiese sido de diferente forma. Pero ahí estaba con su profesora en aquella cabaña haciendo una vida lo más alejada de todo aquello.