Admiré lo guapo que iba con ese traje y la corbata que le había regalado por su cumpleaños. Una lágrima rodó por mi mejilla. Yo lo amaba de verdad, y lo seguiría haciendo siempre, porque nos juramos amor hasta que la muerte nos separase. Y aunque ya lo había hecho con ese trágico accidente que él había tenido la tarde anterior, esa tarde parada frente a su ataúd antes de enterrarlo, me di cuenta de que seguiría amándole hasta que la muerte me llevase a mí también.