Existen algunos recuerdos que sólo se los contamos a nuestros amigos. Otros, ni siquiera a ellos, y los guardamos para nosotros mismos bajo el sello del secreto. Y, en fin, también hay cosas que uno no quiere confesarse ni siquiera a sí mismo.
Comentario:
Ya pueden atribuirlo al inconsciente, que bien Freud en el Siglo XX, llegó a la conclusión que ejercía más represión sobre la conciencia de lo que se pensaba o simplemente a la experiencia; lo cierto es que cuando la verdad se presta tan clara pero no agradable para nosotros tendemos a no verla. Una negación que por mucho que nos griten o hablen no llegaremos a ver, ya sea ésta realidad algo como estímulo externo o bien una realidad propia, esas tan deseadas por conocer pero también las más ocultas. Donde Dostoyevski diferencia “tres niveles”: los recuerdos bajos que ni siquiera sirven para el chantaje contra nosotros y son contados por el simple hecho de compartir algo de cara a nuestra vida social; los recuerdos que contienen algún elemento más personal y pueden catalogarse como un secreto más de bien privativo, el cual somos capaces de almacenar y que en algún punto de nuestra existencia nos dimos cuenta que eran parte de nosotros, tan fuertes quizás que en los más remoto éste es conocido por un sólo allegado o, como plantea, por nosotros como único receptor; y las “cosas que uno no quiere confesarse”, es decir lo que no nos atrevemos a aceptar porque no podríamos soportarlo, y el inconsciente lo sabe. El recuerdo doloroso que se almacena en nuestra parte no accesible del “cerebro” y sólo trata de dañarnos.
Pues hay que entenderse para sacar todo y catalogarlos en los tres niveles de forma voluntaria.
¿De qué tipo de secreto-recuerdo eres?
Arthur
📷 28 Agosto 2022
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