Sólo las lágrimas no bastan
para lavar esas ofensas
que nos hieren y que nos duelen,
que nos golpean como un mazo
dejándonos tan aturdidos
que el poder de reacción
es tan sólo una quimera,
una quimera que nos ciega;
no, esas lágrimas no bastan,
son sólo perlas nacaradas
que se pierden en el vacío.
Cuando esas lágrimas laven
todas las heridas abiertas
y no cicatricen en falso
ni dejen huellas de su paso,
esas lágrimas entonces
pueden formar un océano
que pueda ayudarnos a todos,
a todos los afligidos,
a todos los desesperados,
a todos los que han sido heridos,
humillados o vencidos,
a todos podrá ayudar
ese océano de lágrimas,
Lágrimas de las que hoy en día
por desgracia escasean.
Roberto Diez (2020).