
En una tarde de primavera, en el París de la década de 1930, el ilustre artista español Pablo Picasso estaba visitando una tienda de suministros de arte en busca de pinturas y materiales para su próximo proyecto. Mientras estaba de compras, una mujer se acercó tímidamente y le pidió que dibujara algo en un papel para ella.
Picasso, siempre un hombre amable y servicial, le pidió a la mujer que le diera un lápiz y papel. En cuestión de minutos, mientras ella lo observaba, creó un pequeño boceto en el papel que dejó a la mujer maravillada. Después de mirarlo detenidamente, ella le preguntó cuánto costaba. La respuesta de Picasso fue sorprendente: "500 francos, por favor."
La mujer, indignada, le dijo que solo había llevado unos pocos minutos hacer el dibujo. A lo que Picasso respondió: "No, señora, me tomó toda mi vida". Esta no fue solo una respuesta ingeniosa, sino también una valiosa lección para aquellos que piensan que el arte o la pintura son un trabajo fácil o rápido.
Esta anécdota destaca el valor del arte y la pintura como una forma de expresión que lleva años de trabajo duro y práctica. También nos recuerda que el valor del arte no se basa en el tiempo que tardó en producirse, sino en el talento, la habilidad y la visión creativa que lo creó.
Picasso sabía que su arte no era solo el resultado de su habilidad innata, sino de años de práctica y dedicación. Cada obra de arte que creó fue el resultado de horas y horas de dibujar, pintar y crear, hasta que cada trazo se convirtió en una extensión de su alma.
Por lo tanto, esta anécdota nos recuerda que el arte no es solo una expresión de talento, sino también de dedicación y perseverancia en la creación de algo que transcienda el tiempo y la opinión personal del artista.