La imaginación es una forma creativa de utilizar el pensamiento, pero no es en sí misma un acto de creación. Para que éste se produzca es necesario que entre también en juego nuestra inteligencia, que seamos capaces de aceptar las sugerencias de nuestro inconsciente, de ponerlas en relación con el problema que nos ocupa, añadiendo imaginación a nuestras reflexiones.
La inteligencia nos permite también valorar las distintas opciones que la imaginación nos habrá aportado y elegir entre ellas la más adecuada a las circunstancias.
Para llegar a crear algo interesante, hay que atreverse a barajar todas las hipótesis: aquellas a las que hemos llegado por la vía racional, la de nuestra experiencia consciente, y las que nos llegan a través de la imaginación como resultado del trabajo oculto de nuestro inconsciente.
Todos los seres humanos nacemos con la capacidad de llevar a cabo con éxito este proceso, por eso todos podemos ser creativos. Pero no todos evolucionamos correctamente en el camino de la creatividad, porque nuestro desarrollo intelectual y social no son iguales para todos.