Desde los 4 años, o por lo menos desde esa edad lo recuerda; esta niña veía una fiesta en su casa al apagarse las luces para ir a dormir.
Aterrorizada le gritaba a su madre que encendiera la luz, ya que a cierta hora de la noche, esta “gente” traspasaba su cama caminando tranquilamente. Su madre consideraba que solo era un invento de su imaginación, así que no le hacía caso ni siquiera si lloraba a mares; su padre trabajaba de noche y dormía de día, así que por más que ella le explicaba no tomaba cartas en el asunto.
No se veía el rostro de nadie, solo eran sombras perfectamente definidas como figuras humanas.
Ella se daba cuenta que era una fiesta porque se veían las formas de los cuerpos rodeando una mesa que se notaba llena de comida.
Tenía tanto terror que se tapaba con su sábana como si fuera que esta la protegía de cualquier cosa, pero no podía dormir pensando que en cualquier momento le podían hacer algo; así que en algunos instantes tenía un poco de valentía y espiaba a estas “personas”
Se dio cuenta que era como una película, ya que todos los movimientos y situaciones se repetían igual, noche a noche. Eso la tranquilizó un poco, ya que hasta ese momento jamás le habían hecho nada.
A pesar que era una niña, su vida era una pesadilla, ya que solo dormía cuando un claro de luz esfumaba a éstos seres; el promedio por noche era de media hora de descanso y por eso se dormía en la escuela y en cualquier lugar donde se quedaba quieta.
Con el tiempo tuvo que comprender que esta fiesta era parte de su vida y que si jamás le habían hecho nada tenía que tratar de dormir igual. Lo único que le dio su madre fue un santo fluorescente que le daba un poco de luz y eso la calmaba un poco.
Empezó a individualizar a cada persona de la fiesta, al punto de darse cuenta quién era el anfitrión, ya que siempre este hombre acompañaba a los invitados que se iban retirando del lugar. Ella no podía saber exactamente cuál era la puerta por donde se iban, ya que la disposición de su casa no era compatible con la disposición de la casa de la dicha “fiesta”
Llegó a comprender que ellos no sabían de la existencia de ella en la habitación.
Pasaron los años y a sus 10, los padres decidieron mudarse; desde allí que ya no vio más esa fiesta, pero si otras cosas que por suerte no eran tan terroríficas.
Por fin supo lo que es dormir 8 horas de corrido.