
Fue el olor de la hierbabuena, que alguien estaba cortando en su jardín, el que hizo que aquellos momentos de mi adolescencia volvieran a mi memoria de una manera nítida y me recordasen otro tiempo y otro lugar.
Volví a aquellos cálidos días de verano, cuando el sol brillaba intensamente en el cielo azul y el calor abrazaba el paisaje...
Un grupo de adolescentes que decide caminar hasta el río cercano para refrescarse y disfrutar de la naturaleza. La emoción flota en el aire mientras se adentran en el bosquecillo, cargados con toallas, trajes de baño y un espíritu de diversión desbordante.
A medida que se acercan al río, el sonido del agua corriendo se hace más fuerte, y la fragancia fresca y vigorizante de la hierbabuena se mezcla con el aroma natural de la vegetación intermitente. Es un olor distintivo que evoca sensaciones de calma y frescura en medio de la naturaleza.
Al llegar a la orilla, los adolescentes se quedan observando el agua fría y transparente que se extiende frente a ellos. Se sumergen en el río, sintiendo cómo el agua helada acaricia sus cuerpos y les brinda alivio instantáneo del sofocante calor del verano. Las risas y los gritos llenan el aire mientras saltan y chapotean en el agua cristalina, disfrutando de la libertad y la despreocupación que sólo la juventud puede ofrecer.
Después de un tiempo, los labios ya azules por el frío del agua, unos se sientan en las rocas de la orilla, otros se tumban al sol en el prado cercano, todos empapados pero satisfechos, sintiendo cómo la suave brisa del río los envuelve. Comparten historias, sueños y risas mientras el sol se pone lentamente en el horizonte. El olor a hierbabuena y el agua fría y transparente se convierten en un recuerdo duradero, un tesoro que guardarán en sus corazones para siempre, un recuerdo de aquellos días de verano llenos de amistad, despreocupación y conexión con la naturaleza.
El olor de la hierbabuena recién cortada me ha devuelto, por unos instantes, a mi adolescencia.