Nos creímos Dioses en vida,
nuestros olores yacían en la tierra
impregnando todo a su paso,
nos figurabamos eternos,
sin atisbo en nuestro ser
ni siquiera de falsa humildad.
Alcanzamos el paraíso
que muy pocos alcanzan,
a contemplar a un Dios de Dioses
y fuimos devorados
por la musa del deseo infernal.
Nos sentíamos tan grandiosos
que no reparabamos
en hacer el mal,
sintiéndonos enfermos
de sed de venganza.
Nos erigiamos triunfadores
de nuestras vidas,
más allá de nuestras muertes,
y triunfando agonizamos
en el averno más inhóspito
que pudiera existir.
Y el fin del mundo vino
para ti y para mi,
sin oportunidad,
despiadado,sentí
tu palpitar acelerado,
tu sufrir.
Muerto tu,yo quedé
clavado en una estaca fría,
donde mis pensamientos
fueron desgranando
mi existencia.
Al morir,
motal me convertí,
-ignorante de mi-,
que Dios eterno me creí.
Jose Pedro