
Un buen día entraron en consulta un matrimonio de jubilados. Él con rostro serio y gesto de enfado y ella amable y risueña. Ambos se sentaron mientras yo leía el historial de la mujer, con antecedentes de algún episodio depresivo en los últimos años.
- ¡Doctora, por favor! - dijo el hombre -. ¡Déle algo a mi mujer! Está obsesionada con sus muñecas. Se pasa el día hablándoles, peinándolas, poniéndoles vestidos... Tengo que vigilarla cuando sale a la calle para que no compre más.
Con gesto de asombro ante tan extraña declaración, desvíe mi mirada hacia la mujer que asistía a las acusaciones de su marido con sonrisa indiferente.
- Verá, Doctora. Es que mis muñecas me hacen muy feliz. Las hablo, las cuido, las duermo en sus camitas, las peino y les pongo sus vestiditos... Y así paso el día encantada con ellas. Yo creo que no hago mal a nadie.

Encogiéndome de hombros miré nuevamente al hombre cuestinándole qué pensaba que podía hacer yo al respecto.
- ¡Pero es que no hace nada más en todo el día! Ya no cocina, ni limpia, ni se encarga de nada. Yo soy quién se ocupa de todo - añadió él con tono de desesperación -.
- No sabría decirle si lo que le ocurre a su mujer es patológico o no, pero si algo sé es que nadie cambia algo que no le molesta en absoluto. Mucho menos va a cambiar algo que le hace tan sumamente feliz - le contesté-.
- Y ¿No puede darle algo? - insistió -.
- Puedo darle algo a usted si quiere. Creo que es el único que sufre con este tema - sonreí con indulgencia -.
La buena señora de las muñecas lanzó un suspiro al aire y se dirigió a su marido:
- Me he pasado la vida limpiando, cocinando, teniendo la casa perfecta y ocupándome de los niños, mientras tú trabajabas. Ya me he cansado de eso y, ahora que nuestros hijos son mayores y tú estás en casa conmigo, lo que más me apetece es estar con mis muñecas.
El hombre miró perplejo a su mujer y sonriendo asintió con la cabeza.
Aunque no es frecuente, la compulsión de coleccionar muñecas y cuidarlas se encuentra descrita. Sin embargo no se trata en sí misma de una enfermedad y a menudo se relaciona con la necesidad regresiva de retrotraerse a una infancia que fue feliz.