Hoy me desperté con una mezcla de emociones, ya que en un par de horas tendré que enfrentarme nuevamente a la entrevista para continuar hablando sobre ese episodio oscuro de mi niñez. Ayer tuvimos que parar porque no podía seguir explicándolo; fue demasiado doloroso revivir esos momentos.
Mientras me preparo para enfrentar este nuevo día, me siento ansiosa y nerviosa. Sé que abordar este tema es esencial para contar mi historia y darle vida a mi libro, pero al mismo tiempo, me da miedo enfrentar esos recuerdos y revivir el dolor. Me pregunto si podré manejarlo mejor esta vez y si podré encontrar la fuerza para contar mi historia completa.
Mi mente no para de dar vueltas a los detalles de aquel episodio, como si fuera una película en la que estoy atrapada. Me preparo un café y me siento en silencio, tratando de calmarme y centrarme en el presente. Me recuerdo a mí misma que lo que viví forma parte de mi pasado y que he sido lo suficientemente fuerte como para superarlo y llegar hasta aquí.
Respiro profundamente y trato de encontrar un enfoque diferente para afrontar la entrevista de hoy. En lugar de permitir que el miedo me controle, intento enfocarme en el hecho de que compartir mi historia podría ayudar a otras personas que hayan vivido experiencias similares. Esta idea me da un poco de consuelo y me anima a seguir adelante.
A medida que se acerca la hora de la entrevista, siento que una parte de mí está lista para enfrentarla. Aunque sé que será difícil y emotivo, también entiendo que es un paso necesario en mi viaje para escribir este libro y, en última instancia, sanar.