Pol volvía del trabajo, ansioso por llegar a casa y decirle a Clara, su mujer, lo feliz que era junto a ella lo orgulloso que se sentía de la familia que habían formado. Nunca fue un hombre demasiado detallista y en alguna ocasión le tuvieron que recordar algún cumpleaños. Pero jamás descuidó su matrimonio intentando mantener la llama de la pasión encendida. Multitud de juegos amorosos , citas y encuentros clandestinos , deseos urgentes como si acabarán de conocerse y habían pasado veinte años. Iba a preparar un viaje sorpresa a algún lugar cálido dónde celebrar el aniversario.
Tuvieron malos momentos que los mantuvo algo distanciados pero de nuevo el amor que se profesaban pudo con todo.
Pol se sentía invadido por un agradable bienestar. Sentía que podía rozar con sus manos una gran paz que no era otra cosa que alegría, felicidad . Todo ello iba a compartir con Clara.
Encontró a su mujer descalza en la terraza, la beso._ Tengo algo que decirte amor en quince minutos estoy contigo.
Clara se sentía mal, ella también tenía algo que decirle: que ya no le amaba, que iba a marcharse. Quería una nueva vida sin él.
En los últimos meses el deseo, fuego, hastío se sucedieron con demasiada rapidez; dejando un vacío doloroso. Estaba segura que era algo ya irrecuperable y por ello debían ponerle fin.
Clara entró despacio a la que hasta hoy fue su habitación conyugal. Sentada de espaldas en un rincón de la cama empezó a hablar sin mirarle. Le contó cómo el desamor había entrado despacio en su corazón sin avisar, que de pronto se sintió vacía, un inmenso muro separaba sus anhelos. No había nada que reprochar simplemente el amor que un día sintió se fue apagando.
Un escalofrío recorrió las entrañas de Pol. Apoyó su espalda contra la pared dejando que su espalda se deslizase hasta tocar el suelo. Por un momento estelas de chispas rojas nublaron su mente. Oía la voz de Clara a lo lejos; abrió la boca buscando una bocanada de aire fresco que llegara a sus pulmones, alargó la mano esperando que su mujer la tomara y sentir que recuperaba la vida.
Ya no había nadie. Estaba sólo. Abatido se dejó caer sobre el frío suelo