La mirada perdida
en lo alto de la torre,
el semblante cabizbajo,
y un diamante
en bruto que no oye.
El viento a tu favor
ya no corre por la ladera,
perdida en un abismo,
sin nada que te consuele
la lánguida alma
en tus manos
para que no zozobre.
Que dolor inmenso y grande
damisela del pecado
por tu sangre recorre,
que ternura la de antaño
que no vuelve ya a tu nombre!.
Dama oscura de la noche,
damisela del pecado
de las sombras y la noche,
que oscuridad en tu vida,
que alma más herida,
qué infelices fueron tus días
que angustiosas tus noches.
Y en esa torre que yaces,
que penar más grande tienes,
que ya ni te reconoces
en esta vida ruin
que ya llega a su fin.
Dama de la noche,
esquiva del día,
vas y vienes,
hecha jirones
con tu vida.
José Pedro