Prometo no dejar de escucharte, pues tú eres mi mayor guía.
A pesar del ruido, de tanta regla, deber. Nada importa si no sirve para tu cuidado.
Alzar mi mano, intentar tocarte allí… aún estando tan aquí. Aún. Pero aún puedo lograr escuchar el pálpito que se asoma de vez en cuándo, tomándose en serio el momento… que quiere vivir ante el reflejo de mil Lunas, bailando en las aguas aparentemente mansas.
Fundo en mí las palabras en el agua salada. Las limpio… sanan, hasta que sólo queda la mirada.
Ainoa Bravo