No sé cuantas veces he intentado escribir esta carta. Desenas, quizás cientos de veces. Nunca me convence, nunca sé qué ni como decirlo, nunca sé si será suficiente.
Hay tantas cosas que quisiera decirte y que nunca haré, nunca podré. Quizás debería disculparme primero. Si alguien necesita explicaciones, eres tú.
Quiero pedir perdon por no quererte como es debido.
La decisión de no ser madre fue fácil, para mí. Aunque realmente no lo decidí, ser madre no es algo que se te planteé y escoges uno o lo otro, simplemente es algo que sabes, es algo que está ahí.
Sabía y sé, des de siempre, que no quería, no quiero, no querré ser madre. Es algo que simplemente se sabe, igual que una sabe que le gusta el olor a lavanda o que el morado es su color favorito, que el olor a lluvia le gusta, igual que una sabe que esta enamorada. Simplemente se sabe.
Des de pequeña he sabido que no quería quedarme embarazada, veía como a mi madre le crecía la barriga y luego, de un momento para otro, aparecía una hermana.
Cuando jugaba con muñecas, las pocas veces que jugué con ellas, no eran hijas mías, eran mis sobrinas, las hijas de mis vecinas, era la canguro. Nunca era la madre. Nunca quise ser la madre. Nunca querré ser la madre.
Quiero ser la tía que te lleva de compras, la vecina que te da galletas rellenas de chocolate, la amiga de la madre que te cuida algunas tardes.
Si tengo que ser franca no me entristece, no me preocupa saber que nunca te tendré entre mis brazos, que no te veré crecer, que me perderé tus balbuceos, tus primeros pasos, primeras palabras, tus primeros todos, no me preocupa perderme ese milagro que dicen que es ser madre; es algo que he aceptado que nunca viviré. Es una experiencia que no quiero vivir.
Tengo la suerte que mi pareja me entiende y acepta. No vamos a formar una familia tradicional, vamos a ser nosotros dos y nuestros gatos. No habrá pequeñas personas corriendo por el piso, no habrá pañales que cambiar. No tendremos extraescolares que pagar, competiciones a las que ir, ni recoger a nadie a altas horas de la madrugada después de una noche de fiesta. No tendremos estudios postobligatorios que pagar, ni enseñar a conducir a nadie, bueno quizás a algún sobrino.
Ahora bien, ¿La parte más difícil de todo esto? La sociedad. Tengo 28 años y sé que la gente espera de mi que me case y que tengamos bebés.
Las preguntas incómodas, los comentarios fuera de lugar, gente molesta, enfadada por mi decisión. Gente que no le gusta oír que no seré madre. Gente que me mira con asombro, con preocupación, “se te pasará el arroz” “Ya cambiaras de idea” “Ya te llegará el momento”. No llegará el momento, no cambiaré de idea y se me pasará el arroz.
Y seré feliz.
Es difícil vivir siendo juzgada, a diario, por otras personas que opinan y cuestionarán, a diario, mis decisiones, se creerán con el derecho de visualizar y pronosticar mi futuro. Estarán esperando el momento para decirme que ya me lo dijeron. ¿Será así para siempre?
Siento no poder ser la madre que esperas. Espero que puedas encontrar, al fin, alguien que sepa y pueda amarte, cuidarte y protegerte como mereces. Espero que, al menos tú, sí puedas entenderlo.
Con cariño, la madre que nunca tendrás.