Ángeles…
Vosotros que emergéis de mí, en cada suspiro. Quienes brotáis de cada emoción, proporcionándome alivio, con tanto Amor.
Ya nadie es capaz de cumplir una Promesa… ¿será que esa es mi pena y mi condena?
Porque yo sí, cumplí lo pactado conmigo. Cumplí cuándo prometí, en un pasado y aún hoy, sigo prometiéndome apasionadamente cada día.
Y así seguiré. Prometida conmigo, casada conmigo. Ese es mi destino.
Ángeles… pero respondedme, ¿por qué no recuerdan lo imprescindible que es una promesa para Amar?
Como la promesa que se hace bajo un árbol, que fue tallado con siglas causando una herida en su tronco después; ¿acaso esas heridas no han servido para nada?
Porque si es así, mis Amados Ángeles, siempre preferiré seguir siendo Nada, Eternamente.